Los propios clientes de las lavanderías de autoservicio se sienten como «si estuviéramos dentro de una película americana», pero en vez de pagar con dólares lo hacen con euros. Entre grandes lavadoras y secadoras se respira el olor que deja la ropa a suavizante cuando salen de ellas.
Los antiguos lavaderos a la vera del río en los que las mujeres de la zona iban a lavar la ropa eran lugares donde se conversaba de todo lo acontecido mientras quitaban manchas o enjuagaban. Esto se convirtió en una costumbre y un lugar de encuentro, en el que todas intentaban ir allí a la misma hora para estar informadas y pasar un buen rato, aunque fuera trabajando. Con el paso del tiempo y la creación y expansión de la lavadora, estos sitios se han quedado vacíos y solo sirven para el recuerdo. Ahora suele encontrarse este aparato en casi todas las viviendas y el acto de poner la lavadora es individual y un pelín aburrido.
Sin embargo, en el mundo anglosajón esta idea de hacer la colada en compañía y fuera de casa lleva mucho tiempo instaurada en su cultura.
Para ellos usar las lavanderías autoservicio es algo tan normal como para los españoles comprar el pan. Y eso nos ha llegado a través de sus películas. Hay una gran filmografía en la que uno de los escenarios principales donde surgen historias de amor es en las lavanderías de autoservicio. Y la mayoría recuerda la escena típica en la que los protagonistas se equivocan de colada y acaban avergonzados por coger la ropa íntima del otro.
En los últimos años es un negocio en auge, este tipo de lavanderías autoservicio. Una tendencia innovadora que va en alza y en la que cada vez son más españoles los que se animan a lavar los trapos sucios fuera de casa.
El éxito de estas lavanderías autoservicio, llega porque se está creando un nicho de personas que no dispone de lavadora en su domicilio o si tiene es tan pequeña que no puede lavar edredones, cortinas, sábanas o almohadones. El tipo de usuario es muy variopinto, desde familias que van a lavar las ropas más pesadas hasta jóvenes o mayores que viven solos y a los que les sale más rentable ir allí, ya que en el precio del lavado se incluye el detergente y el suavizante. Además, cuenta con servicio de secadoras, aunque algunos clientes, como Juan Monsalet, demandan «la posibilidad de instalar planchas y así volver a casa con la ropa perfecta para guardarla en el armario». Otros usuarios comentan que suelen ir, además de por la cercanía, por su gran amplitud de programas especiales, como el de ropa deportiva o el de almohadones de plumas. Estos clientes disponen de unos sillones, televisión, revistas y wifi para que la espera no se haga pesada. Suele haber afluencia de personas durante toda la jornada, pero cuando más gente va son los sábados y domingos, ya que abren todos los días. Pedro Méndez, gerente de esta lavandería, está pendiente en todo momento, a través del sistema de domótica, por si hay alguna incidencia para poder solventarla en la mayor brevedad posible.
Otra razón por la que cada día hay más españoles que se animan a hacer la colada en estas lavanderías es porque los precios de las tintorerías les parecen desorbitados y al ser el tamaño de las lavadoras tan grande van mucho menos, ya que acumulan más prendas para que el lavado esté lleno.
Un aspecto que se ha cambiado con el paso del tiempo es que antes eran las mujeres las encargadas de hacer la colada y ahora hay cada vez más hombres que la hacen y uno de esos motivos puede ser la facilidad que dan las lavanderías de autoservicio para realizarla, entre otras.
Fuente: http://www.laopiniondemurcia.es/murcia/2015/01/04/trapos-sucios-lavan-fuera/615535.html